Por Arnoldo Fernández Verdecia.
Ralph Waldo Emerson es una de las figuras esenciales del pensamiento estadounidense que influye en el modo martiano de asumir las ideas y comunicarlas, a tono con la cultura que las recepciona y hace suyas en el contexto 1880-1891. Aquí analizo la forma ensayística de Emerson que tanto influyó en José Martí cuando llegó a Estados Unidos en 1880, luego de vivir y definir antes el perfil definitivo del dictador latinoamericano. También explico por qué su ensayo “El espíritu de la naturaleza”, sirvió al ilustre cubano para comunicar ideas renovadoras vinculadas a nuestra América en la segunda mitad del siglo XIX.
Ralph Waldo Emerson es una de las figuras esenciales del pensamiento estadounidense que influye en el modo martiano de asumir las ideas y comunicarlas, a tono con la cultura que las recepciona y hace suyas en el contexto 1880-1891. Aquí analizo la forma ensayística de Emerson que tanto influyó en José Martí cuando llegó a Estados Unidos en 1880, luego de vivir y definir antes el perfil definitivo del dictador latinoamericano. También explico por qué su ensayo “El espíritu de la naturaleza”, sirvió al ilustre cubano para comunicar ideas renovadoras vinculadas a nuestra América en la segunda mitad del siglo XIX.
Emerson fue
considerado por sus pares europeos un filósofo menor, incluso se le dio un
tratamiento peyorativo en la ciencia filosófica, pues su obra estaba escrita en
forma de ensayos y según los eruditos, no había un despliegue de análisis
profundos, ni se proponía en cuestión, un sistema de ideas, unas leyes, unos conceptos
que revolucionaran las maneras de hacer filosofía. Así que “(…) fue poco valorado en Europa al considerársele una especie de
rapsoda especulativo, cuya propensión declamatoria tenía más que ver con la
caricia sentenciosa de las palabras que con el rigor de los conceptos. Lo leían
los poetas, los fabricantes de discursos políticos y los aficionados a la
literatura, pero no los filósofos”.
Sin embargo, en
los Estados Unidos fue considerado uno de los grandes filósofos, como parte
clave del engranaje histórico que da surgimiento a esa nación. Emerson postuló
la necesidad de hacer el país primero en el pensamiento y después en lo
político. En otras palabras, primero la creación de un espíritu nacional, para
luego hacer posible una entidad cultural llamada Estados Unidos. Toda su obra
ensayística estuvo en función de fundamentarlo.
¿Por qué el
ensayo? Ante todo, porque era un género
que permitía colocar el yo en primera persona y dialogaba con el otro en
condición de iguales; así que nada mejor
que utilizar ese género para interactuar con un pueblo recién nacido en la
geografía planetaria. Su palabra era
capaz de tocar las fibras más sensibles de la nación. A ese estilo ensayístico
ayudó mucho la oratoria aprendida en los años de instrucción y educación vividos
bajo un fuerte componente religioso, muy afín con su espíritu, marcado por una
familia que vivía en el provinciano Boston,
unos valores tradicionales, una religión de corte protestante, unos estudios en
la Universidad de Harvard, el ejercicio del magisterio en su ciudad natal, y,
definitivamente, el hecho de realizar estudios de teología en la
Harvard Divinity School y convertirse en pastor siguiendo la
huella de su padre. Así que nada mejor
que valerse de una forma narrativa creada en el siglo XVI por el francés Michel
de Montaigne, para comunicar sus ideas.
En un país que había llegado tarde a la creación de las grandes escuelas
de pensamiento filosófico, el ensayo sirvió para comunicar asuntos vitales
relacionados con el alma de la nación.
Todo lo que
escribe Emerson, especialmente “El espíritu de la naturaleza”, utiliza a esta
última como símbolo para codificar valores espirituales que deben construirse,
si en verdad se quiere ascender el camino de la virtud. Así que a tono con esas
motivaciones intelectuales, su principal
creación cultural es el “trascendentalismo”, que tiene por sustento al
ser humano cuando se encuentra en contacto con esa Naturaleza, haciendo uso de
la intuición y la observación, proceso que lo hace capaz de comprender la energía
cósmica y la fuente creadora de la vida. Sostenía la unidad del
mundo y de Dios. A Dios lo concibe como una especie de principio
orgánico de la Naturaleza,
dicho de manera más poética, es la autoconciencia del universo. Dios es una
metáfora profunda para transferir a los humanos las capacidades de la
naturaleza, regidas por una voluntad creadora llamada Dios. En la observación
de la Naturaleza
están los procesos morales que elevan y fortifican al hombre, ellos se reflejan
como un espejo en los sujetos cognocescentes, según los estadios morales en los
que se encuentren éstos; cada ser refleja lo que su espíritu puede alcanzar a
visualizar; el hombre que ha vivido en perpetua relación armónica con la
naturaleza, es el mejor dotado espiritualmente para la vida humana. No deja de
tener razón Rafael Rojas cuando afirma:
“Las instituciones de la ciudad,
según San Agustín, eran obra de Caín, quien
como castigo por fratricidio debía reproducir los vínculos
sociales más allá de la familia. La división del trabajo, el mercado, las aldeas, los
pueblos y, por último, la ciudad- Estado
habían nacido, pues, del pecado. Un imaginario muy semejante aparece
en The Journals de Alcote, en Naturaleza de Emerson y, sobre todo, en
Walden de Thoreau. Para Martí, en cuya formación hispano-católica pesaba
bastante la teología originaria de la Patrística, debió
resultar seductora esta confluencia”.
Por
las razones aludidas, José Martí se siente atraído hacia el pensamiento de Emerson expresado en sus
ensayos, sobre todo porque viene de una cultura que tiene a la naturaleza como
fundamento esencial, sobre todo las culturas mesoamericanas, que explicaron su
relación con el mundo a través de analogías
captadas mediante la observación y la intuición, en obras como el Popol Vub; El Güegüense, Libros del
Chilan Balan, las Odas de
Netzahualcóyotl, el Usca Pankar, Rabinal Achí, el Apu-Ollantay.
José
Martí llegó a los Estados Unidos en 1880, allí se estableció y vivió una nación
que disfrutó la bonanza del naciente auge capitalista; reconoció sus virtudes,
entre las que destacó su constitución democrática y su alto nivel de civismo,
en donde, a decir suyo, “cada individuo es dueño de sí mismo”; pero no repara
en señalar el marcado apego materialista de la gente, el cual considera
cercenador de los valores tradicionales y espirituales que dan fundamento a la
familia.
En
medio de ese momento que está viviendo la recién surgida nación norteña: ¿dónde
se ubica Martí?, ¿qué referentes utiliza para explicarla? En el contexto mencionado,
se orienta hacia el llamado grupo de Concord (Emerson, Thoreau, Alcott, Jones
Very, Jhon Brown, Orestes Browson, Theodore Parker y Margarita Fuller), sobre
todo su principal ideólogo: Emerson. ¿Por qué lo hace? Para Martí, el “El
espíritu de la naturaleza” es una iluminación estremecedora; según Rafael Rojas
“…a través de Emerson, Martí descubre que la propia cultura de los Estados
Unidos ofrece un método para narrar esa
compleja nación” (…) Martí insiste en
contraponer el humanismo natural de Emerson al frenesí urbano de la modernidad
neoyorkina. La muerte del sabio de Concord es una oportunidad ideal
para enfrentar ambas analogías
(la del hombre-ciudad que va de Platón a Hegel y la del hombre-paisaje que va
de San Agustín a Rousseau, y, sobre todo, para oponer a la secularidad
tumultuosa del mercado y la urbe la sacralidad
solitaria de la naturaleza y el espíritu…”
¿Qué
había vivido José Martí antes de llegar a Estados Unidos?
Siguiendo
a Rafael Rojas, Martí ha vivido la analogía cultural del hombre paisaje, pues
sus ideales lo han convertido en un viajero que lo mismo está en Europa,
América Latina, Estados Unidos, la
América insular y continental. Es un hombre del mundo,
alguien que ha tenido la certeza de captar el nacimiento de esa otra analogía
llamada hombre-ciudad, y comprende que ante los embates de ese proceso, nada
mejor para salvar los valores tradicionales sobre los que descansan los pueblos
y las familias, que la “sacralidad solitaria de la naturaleza”. En el periplo
por nuestra América ha observado con ojo
crítico tres dictaduras de distinto calibre, que negaron la inteligencia
indígena. Según Martí, en ellas está el destino de este costado del mundo,
pues: “La inteligencia americana es un penacho indígena. ¿No se ve cómo del mismo golpe que paralizó al indio, se paralizó América? Y
hasta que no se haga andar al indio, -no comenzará a andar bien la América”.
En México vive
ente 1875-1876; allí enfrenta uno de los males más arraigados de la política
latinoamericana después de la separación de la metrópoli española: el dictador
encarnado en Porfirio Díaz. El triunfo militar de este último, a fines de 1876,
sobre el gobierno legalmente constituido, abre camino a un sector de la
burguesía mexicana plegado a los intereses estadounidenses y amparados en una
versión del positivismo considerado por los llamados "científicos",
bandera del progreso. Martí rechaza esa versión, con la misma energía con que
rechaza el golpe de Estado de Díaz, abandonando el país. Su visión del
golpe militar la refleja en las páginas del Federalista,
específicamente en sus artículos “Alea jacta est”, “La situación” y “Extranjero”, publicados el
7, 10 y 16 de diciembre de 1876
respectivamente.
En “Alea jacta
est” desarrolla criterios esclarecedores
que ilustran su posición ante la dictadura. “(…) una facción quiere a toda
costa levantar a su caudillo a la presidencia definitiva de la república; es
que una falange de partidarios azuza a su jefe y le extravía; es que un grupo de voluntades
desordenadas han hecho garra en el corazón destrozado del país”.
También es claro
al reflejar su posición como liberalista al inclinarse por las soluciones
democráticas, siempre respetando el país:
“...ese militarismo
nos irrita: esa falta de
respecto a la patria exalta nuestra indignación. Tenemos leyes
hechas, caminos precisos, vías
directas para venir al Gobierno de la patria: como los grandes afectos, nuestro amor a la ley no se ha
hecho sentir aquí sino
en el momento en que la hemos visto irrespetada y
vulnerada: cada hombre es un sacerdote
de esa religión que no hemos querido respetar”.
Luego señala que
el proceso no concluye con el golpe, hace falta otra revolución que restituya
el derecho del pueblo para siempre y se alcance una paz en la que el país se
rija por las leyes y no por la voluntad de un hombre:
“Una revolución es necesaria todavía: la que no haga Presidente a su
caudillo, la revolución contra todas las revoluciones: el levantamiento de todos los hombres pacíficos, una vez
soldados, para que ni ellos ni nadie
vuelvan a serlo jamás!”.
En su trabajo
“Extranjero” señala el peligro de la dictadura y la necesidad de enfrentar ese proceso, califica esa forma de gobierno como altanera, jinete
feliz y vencedor:
“Se levanta un hombre solo sobre la gran voluntad múltiple
de todos los hombres; mi voluntad ingobernable se ve gobernada por una altanera voluntad; mi espíritu
libérrimo siente contenidos todos sus derechos de libre movimiento y pensamiento; la sangre de mi alma
se detiene obstruida en su
curso por la sonrisa satisfecha
de un jinete feliz y vencedor”.
“...leí aquel decreto inolvidable
en que un hombre se declara, por su exclusiva voluntad, señor de
hombres...”
Ante el
compromiso de apostar a favor de la dictadura para recoger sus migajas o
denunciar los males que esta trae consigo, opta por lo segundo:
“No reclamé ciudadanía cuando ella me hubiera servido
para lisonjear mejor al poderoso; no hablé de amor a México cuando la gratitud hubiera parecido servil
halago y humillante súplica...”
Se va a
Guatemala, allí vive entre 1877-1878. Llega en un momento en que la oleada
liberal sacude a Centroamérica. En esta nación gobierna una nueva generación de
liberales que se distinguía por sus ideas positivistas. Dominaba el mundo
político allí la figura de Justo Rufino Barrios, caudillo joven y acaudalado,
plantador de café en sus haciendas próximas a la frontera mexicana. Barrios
inspirado en la predica del pensamiento liberal; movido por ese referente,
eliminó todos los fueros y privilegios de que gozaba la Iglesia católica, así el
Estado quedó encargado del manejo de la educación. En ese contexto Martí se
convirtió en el profesor ideal para ese proyecto. Al mismo se entregó con
sublime ardor. El programa educativo estuvo marcado por la introducción del
positivismo, el desarrollo de escuelas primarias, la creación de institutos de
educación media en las principales ciudades del país y la modernización de la Universidad de San
Carlos, con un énfasis manifiesto en las profesiones liberales.
Así después de
viajar desde Livingstone hasta Guatemala, a donde llegó en los comienzos del
mes de abril de 1877, logró incorporarse como profesor a la Escuela Normal
Central; a ella quedó adscrito por medio del director José María Izaguirre,
también cubano, ya que tenía amplias referencias de Martí. Durante ese tiempo,
el joven profesor cubano comenzó a relacionarse con diversos actores políticos
y conoció al ministro de relaciones exteriores, Joaquín Macal. En el mes de
abril intercambió personalmente con el presidente Justo Rufino Barrios.
Los sectores
conservadores ven en José Martí, por su prédica, pensamiento y enseñanzas, un
enemigo peligroso; situación que emerge definitivamente con el intento de una
conspiración en contra del presidente Justo Rufino Barrios, a lo que Martí
responde con su firma en un manifiesto dirigido a Barrios, condenando el
intento golpista de la reacción. De esa facción se declara enemigo abierto,
dado que el joven maestro cubano dice en carta a Valero Pujol, fechada el 27 de
noviembre de 1877: "Vivir humilde, trabajar mucho, engrandecer a América,
estudiar sus fuerzas y revelárselas, pagar a los pueblos el bien que me hacen:
éste es mi oficio". Dos días después de escribir aquella carta, parte a la
ciudad de México el 29 de noviembre, con el objeto de contraer matrimonio con
su compatriota Carmen Zayas Bazán; consumada la boda en la iglesia del Sagrario
Metropolitano de la ciudad de México el 20 de diciembre, parten a inicios de 1878 a Guatemala el 26 de
ese propio mes.
Ya en Guatemala,
vive los aires agitados de los primeros meses del año; así que en marzo de 1878 empieza a manejar la
idea de marcharse debido al ambiente hostil de los círculos oficiales en su
contra. Para ese entonces, tenía 25 años. En una carta a su amigo Manuel
Mercado, fechada el 30 de marzo de 1878, comenta:
“Aquí,
por celos inexplicables del Rector de la Universidad, hombrecillo de cuerpo y alma, a
quien no he hecho más mal que elogiar en un discurso mío otro discurso-lectura
suyo que no merecía elogio -me he quedado siendo catedrático platónico de
Historia de la Filosofía,
con alumnos a quienes no se permite la entrada en clase; y sin sueldo. En
cambio, se me anuncia que se me nombrará catedrático de la Ciencia de la Legislación.-Se me
abriría con esto un vasto campo, y yo sembraría en él la mayor cantidad de alma
posible.-Doy gratuitamente una clase de filosofía: el mejor sueldo es la
gratitud de mis discípulos”.
En ese ambiente,
para el mes de abril de 1878, José Martí también tiene que renunciar a la Escuela Normal, en
virtud de que el presidente Justo Rufino Barrios, depone arbitrariamente al
director de esa institución, el cubano Izaguirre.
A Martí se le hacen
inaceptables los modos bruscos de Rufino Barrios y decide abandonar el país en
1878. Según el estudioso Roberto Fernández Retamar:
“Los estudiosos de Guatemala
con criterio progresista suelen juzgar la política de Barrios de manera
positiva (...). No parecen ser los propósitos de ese gobierno lo que Martí
impugna, sino, como hemos dicho, el estilo excesivamente riguroso del
gobernante”.
La experiencia
de Venezuela la vive en la primera mitad del año 1881, allí termina de
conformar su visión del perfil despótico del dictador latinoamericano, encarnado esta vez en Antonio Guzmán Blanco.
La situación con este general presidente se hace insostenible, sobre todo en el mes de julio, en el que
publica el primer número de la Revista Venezolana y sus trabajos en La Opinión Nacional.
Martí sigue siendo un entusiasta defensor de las ideas liberales, hecho que
confirma su veneración por el intelectual Cecilio Acosta, fallecido el 8 de
julio de 1881. El 21 de ese mismo mes, publica en la Revista Venezolana
un elogioso trabajo dedicado a Acosta,
quien se caracterizaba por una oposición abierta a Guzmán Blanco. El 27 de
julio el edecán del general-presidente le comunica que debe abandonar el país.
Sobre Cecilio
Acosta, Martí escribió ideas que espantaron al dictador:
“Él fue un abarcador y juzgador. Como que los hombres
comisionan, sin saberlo ellos mismos, a alguno de entre ellos para que se
detenga en el camino que no cesa y mire
hacia atrás, para decirles cómo han de ir hacia delante; y los dejan
allí en alto, sobre el monte de los muertos, a dar juicio...”
En cuanto a la
manera de hacer economía política escribe:
“Anhelaba que cada uno fuese autor de sí, no hormiga de oficina, ni momia de biblioteca, ni
máquina de interés ajeno; “el progreso es una ley individual, no ley de los
gobiernos”; “la vida es obra”. Cerrarse
a la ola nueva por espíritu de raza, o soberbia de tradición, o
hábitos de casta, le parecía crimen
público”.
Sobre la
república como forma de gobierno señaló: “Quiere a los americanos enteros: “la República no consiste en
abatir, sino en exaltar los caracteres para la virtud”.
En cuanto a América precisa: “...nadie ha dicho más: “pisan
las bestias oro, y es pan todo lo que se toca con las manos”. Ni de Bolívar:
“la cabeza de los milagros y la lengua de las maravillas”. Ni del cristianismo:
“el cristianismo es grande, porque es una preparación para la muerte”.
El ejercicio de gobierno puntualiza, no es más que:
“Suavizar: he aquí para él el modo de regir”.
En un fragmento del texto es casi explicito sobre los
dictadores, al decir: “Otros van por la vida a caballo, entrando por el estribo
de plata; y él iba a pie, como llevado de alas, defendiendo a indígenas,
amparando a pobres...”
El 28 abandona
Venezuela, pero en su mentalidad se acaba de conformar definitivamente el
modelo del caudillo dictador, que tan amargas páginas escribirá en las páginas
de nuestra historia americana.
La experiencia latinoamericana vivida por José Martí, en
tierras de México, Guatemala y Venezuela, le permiten comprender
definitivamente que su compromiso está pactado a favor del hombre natural y no al
lado de los dictadores. No por gusto en México dice que “La conciencia es la
ciudadanía del universo”. Este criterio lo madura cuando parte de Venezuela y
regresa nuevamente a Estados Unidos. Allí
se encuentra con Emerson y su monumental ensayo “El espíritu de la naturaleza”.
De sus páginas se alimenta; se convierte en el complemento filosófico que
necesita para adquirir una cosmovisión propiamente latinoamericana; es decir,
entender y asumir el destino de un continente, urgido de una identidad política
y culturalk, tras el proceso de descolonización española y la oleada de dictaduras, que han sembrado
despojo y negación en la identidad nuestra americana.
El
ejercicio del pensamiento en José Martí inicia entonces una búsqueda que permita mover ese penacho indígena,
colocarlo en el nuevo orden histórico y comunicar todos sus valores universales afines. Pero: ¿Dónde
encontrar las formas de pensamiento que despierten esas energías? ¿Acaso en los
sistemas filosóficos europeos? No, en las mismas fuentes indígenas, a ellas hay
que volver, por eso escribe:
“Ellos imaginaron su gobierno, su religión, su arte,
su guerra, su arquitectura, su industria, su poesía. Todo lo suyo es
interesante, atrevido, nuevo. Fue una raíz artística, inteligente y limpia”.
Utiliza
una codificación cultural profunda: “raíz artística, inteligente y limpia”, se
trata entonces de encontrarla, extraerla, visibilizarla y compartirla, para que
el indio pueda andar con dignidad en América.
A esa tarea se entrega completamente para sacudirlo, darle aliento de
vida y hacer que la gente se de prisa por conocer su historia, adelantos, todo,
porque la salvación es posible si esa sabiduría ancestral es incorporada a
tiempo y desde ella potenciar eso que se atrevió a definir como “nuestra cultura
americana”.
Martí,
siguiendo a Emerson, se valió del ensayo para buscar y comunicar esos
valores; en especial, uno de ellos,
considerado medular: “Nuestra América”:
“El hombre natural es bueno, y
acata y premia la inteligencia superior, mientras esta no se vale de su
sumisión para dañarle, o le ofende prescindiendo de él, que es cosa que no perdona el hombre natural, dispuesto a recabar por la
fuerza el respeto de quien le hiere la susceptibilidad o le perjudica el
interés. Por esa conformidad con los elementos naturales desdeñados han subido
los tiranos de América al poder: y han caído, en cuanto les hicieron traición.
Las repúblicas han purgado en las tiranías su incapacidad para conocer los elementos verdaderos del
país, derivar de ellos la forma de
gobierno, y gobernar con ellos.
Gobernante, en un pueblo nuevo, quiere decir creador”.
“Surgen los estadistas naturales del estudio directo de la naturaleza”.
“(…) el deber urgente de nuestra América es enseñarse como es, una en alma e intento, vencedora
veloz de un pasado sofocante, manchada solo con la sangre de abono que arranca
a las manos la pelea con las ruinas, -y la de las venas que nos dejaron picadas
nuestros dueños. El desdén del vecino formidable que no la conoce es el peligro
mayor de nuestra América; y urge, porque
el día de la visita está próximo, que el vecino la conozca, la conozca pronto,
para que no la desdeñe. Por ignorancia llegaría, tal vez, a poner en ella la
codicia. Por el respeto, luego que la conociese, sacaría de ella las manos”.
Con estos
pensamientos desarrollados entre 1880-1891, bajo el influjo del hombre natural
postulado por Emerson; Martí adquiere plena conciencia de la necesidad de
revelar todos los elementos de autoctonía que unen a la América hispana; sabe a
ciencia cierta, que han de darse prisa los pueblos de esa porción del mundo,
por conocerse e integrarse, para hacer la proeza de desarrollar otra vez una
civilización original, distinta a la de los colonizadores, con una raíz
artística, inteligente, limpia y ese
penacho indígena desplegado sobre el lomo del cóndor, y sentir como el Gran
Semí regó “por las naciones románticas del continente y por las islas dolorosas
del mar, la semilla de la
América nueva!”
Citas bibliográficas y notas
Citas bibliográficas y notas
1. Ralph W, Emerson: El espíritu de la naturaleza, disponible
en www.librodot.com
2. Al respecto
sugiero leer en Biografías, los argumentos que profundizan esta visión de
Emerson, en
http://www.buscabiografias.com/biografia/verDetalle/3104/Ralph%20Waldo%20Emerson
3. Montaigne, en http://www.biografiasyvidas.com/biografia/m/montaigne.htm,
consultada el 19 de noviembre de 2016.
4. Rafael Rojas: José
Martí: la invención de Cuba,
Editorial Colibrí, España, 2000, p. 61
5. Ver
Autores americanos aborígenes, p.
158; en Leonardo Acosta: José Martí. El
indio de Nuestra América, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2015.
6. Ver Rafael Rojas: José Martí: la invención de Cuba, p. 52.
7. Rafael Rojas: José
Martí: la invención de Cuba, p. 59
8. Autores americanos aborígenes, p. 10 y 160 respectivamente; en Leonardo Acosta: José Martí. El indio de Nuestra América, Centro
de Estudios Martianos, La
Habana, 2015.
9. José Martí. Alea
jacta est, El Federalista, México, 7 de diciembre de 1876, en Obras Escogidas, Tomo 1,
Editorial de Ciencias Sociales, La
Habana, 1992, , p. 98
10 José Martí. Obra citada, p. 99
11 José Martí. Obra citada, p. 99
12 José Martí. Extranjero,
En El Federalista, México, 16 de diciembre
de 1876. Obras Escogidas, Tomo 2, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1992, p. 101.
13 José Martí. Extranjero,
En El Federalista, México, 16 de diciembre
de 1876. Obras Escogidas, Tomo 2, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1992, p. 102.
14 José
Martí. Obra citada, p. 102
15 En esa etapa de la historia
de Guatemala señala el historiador Héctor Pérez Brignoli: "La reforma
agraria fue rápida y radical: expropiación de los bienes eclesiástico (1873),
abolición del censo enfitéutico (1877, dicho censo daba derechos perpetuos de
arrendamiento) y venta y distribución de baldíos (entre 1871 y 1883 fueron
vendidas 387.775
hectáreas). Con ellas se constituyó un mercado de
tierras, basado en la propiedad privada, en la región más apta para el cultivo
del café, esto es, las laderas del Pacífico y las tierras del centro hasta una
altura de 1.400 metros".
Asimismo agrega dicho historiador en torno a las características del régimen
que en el año en que llegó Martí a Guatemala: "El Reglamento de Jornaleros
de 1877 resucitó el mandamiento colonial, obligando a las comunidades a
proporcionar trabajadores temporales, y reguló las habilitaciones
(adelantos de dinero que obligaban compulsivamente a los trabajadores indígenas
con un hacendado). Todo ello se complementó con las leyes que reprimían la
vagancia y un sistema de control político local". Asimismo en la esfera la
reforma guatemalteca basada en el lema "Paz, educación y prosperidad
material" tomó las características de "un furioso anticlericalismo y
el fomento de las obras y servicios públicos exigidos por la gran expansión del
café. Se construyeron caminos y puertos y se inició la gran obra del
ferrocarril hacia el Atlántico (inaugurado en 1908) la ruta ideal para exportar
el café en ausencia del canal de Panamá (abierto en 1914). Las crecientes
necesidades financieras condujeron a empréstitos externos, y muy pronto el
propio Estado y los comerciantes locales perdieron el control de la banca, el
comercio de exportación y las finanzas" Breve historia de Centroamérica,
México, Alianza Editorial Mexicana, 1989, pp. 95-96.
16 José Martí, "Carta a Valero Pujol, Director de El
Progreso", Obras completas, tomo 7, p. 112
17 José
Martí. Obras completas, tomo 20, p. 46.
18 Roberto
Fernández Retamar. Martí y sus
circunstancias, en Revista Bohemia, 25 de enero de 1985. Tomado de http://www.bohemia.cu/josemarti/marti_retamar.htm
19 José Martí. Cecilio
Acosta, Obras Escogidas, Tomo I, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1992, p. 244.
20José Martí. Cecilio Acosta, Obra citada, p. 245.
21 José Martí. Cecilio
Acosta, Obra citada, p. 245.
22 José Martí. Ibid.
23José Martí. Ibident, p. 246.
24 José Martí. Ibident, p. 247
25 José Martí. Extranjero.
Obras Escogidas, Tomo 1, Editorial de
Ciencias Sociales, La Habana,
1992, p. 102.
26 Las ruinas indias, p. 211-212; en
José Martí. El indio de Nuestra
América, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2015.
27 José
Martí: Nuestra América, en José
Martí. El indio de nuestra América,
Centro de Estudios Martianos, La
Habana, 2015, p. 36-37.
28 José Martí: Nuestra
América, en Obra citada, p. 42.
29 José Martí: Nuestra
América, en Obra citada, p. 45.
30 José
Martí: Nuestra América, en Obra citada,
p. 46.
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