martes, 10 de noviembre de 2015

¿Son idiotas los que estudian a José Martí?

Ave Fénix, pintura de René Emonides Quintana.

Por Arnoldo Fernández Verdecia.

Sobre el cubano José Martí se ha escrito extensamente, creo que ningún autor de la isla ha merecido más atención. Sin embargo, algunos colegas, intelectuales de vitrina por cierto, afirman que acercarse a los temas martianos es redundar.

Tal vez tengan razón, si evaluamos la cantidad de títulos que se publican en Cuba y el mundo sobre el más universal de los nacidos en esta tierra. En verdad se requiere tiempo y horas de vigilia para mantenerse al tanto de las nuevas lecturas.

De hecho, en su ignorancia, estos señores llegan a heretizar al que escribe sobre Martí en la Cuba de hoy, lo consideran un tema menor y ensalzan a otras figuras y zonas de la vida cultural, según ellos, de mayor vigencia.

En su desatino devalúan acercamientos investigativos diferentes y humillan a estudiantes noveles que aman el culto martiano. No comprendo entonces esa manía de idiotizar a las personas que estudian a Martí, y creen en su obra como modelo de mejoramiento humano.

¿Hasta dónde llega su ceguera? ¿Quiénes son? Generalmente se les puede ubicar en un claustro universitario, dedicados a la hermenéutica de textos, ya manoseados en la literatura universal, u oscuros monjes en la aventura de la Filosofía, u otras ciencias sociales.

A pesar del funeral que, estos señores, pretenden hacerle a José Martí, al reducir a tontos a los amantes de su vida y obra, no está de más recordarles, cualquiera puede escribir la historia de Cuba obviando muchos nombres, e incluso hechos, lo que no puede hacer nadie es ignorar la presencia de Martí.

Así que a esos monjes de oficina, de nombres bíblicos, dedicados al canon de uno u otro autor, cubano o universal, los invito a salir a campo abierto, para demostrarles la actualidad de Martí en los estudios contemporáneos y en la Cuba futura; nadie podrá negarlo en cualquier proyecto fundacional presente o futuro; él siempre estará alerta para juzgarnos en nuestros errores y aciertos.

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